LA CITA
A pesar de todo, aún quedo contigo de cuando en cuando. Suele ser una de esas citas ineludibles, impensadas, guarecidas bajo los ignotos designios de las almas estultas y abnegadas, citas irresolutas que tan solo están ahí como contumacia perpetua a nuestros hábitos pasados, citas sin mayores ni menores pretensiones.
El escenario siempre es bien distinto. Las calles, los barrios, el cine, un restaurante. Nunca se sabe.
De repente apareces de la nada, como postulante a llamar mi atención para sacar fuera de juego a todo lo demás. Antes lo conseguías siempre, ahora con algo más de dificultad.
Supongo que es cuestión de tiempo que en tus cada vez más nimias apariciones, semejes un cero a la izquierda, una gota de lluvia en el mar, un grano de arena en el desierto... supongo.
Supongo que es cuestión de tiempo que en tus cada vez más nimias apariciones, semejes un cero a la izquierda, una gota de lluvia en el mar, un grano de arena en el desierto... supongo.
Ahora mismo, la cita ineludible no me deja verte la cara, ni tocarte, tan solo hablarte. ¡Curiosa manera de citarse!
Ahora mismo, cada vez que nos encontramos, suspiro hondo en mis adentros tratando de mantener una calma que no siento, y te hablo, te saludo, charlamos de la vida, de la suerte, nos miramos (pero no nos vemos), nos abrazamos pseudoamistosamente (pero no te siento).
Después siempre es lo mismo. Me despierto en mi cama. Me levanto y continúo con la cita anexada a mi cerebro durante un buen rato, hasta que el inexorable paso del día te despide sin remordimientos.
Quizás esta sea la última...
Quizás esta sea la última...
©Concha González.