domingo, 7 de julio de 2013

senectud



SENECTUD

Nuca supe de un modo acertado cómo acallar mi desperfilada conciencia. Ésta, me ha manipulado impunemente desde que tengo uso de razón.

Es difícil imaginar cuánto pueden pesar unas horas de cama de más, o cuánto tiene que decir esa calma desasosegada acerca de los pensamientos que desarman la entereza.
También (aludiendo de nuevo a la conciencia) me han hablado desde la trastienda, los juguetes rotos, aquellos celos infantiles que producían, quizás con demasiada frecuencia, alguna que otra mentira malintencionada. También algo tuvieron que opinar, aquellos suelos movedizos sobre los que caminaban nuestros sueños, aquellas pertenencias secuestradas del algún otro ejemplo televisivo, aquellas vomitonas que pretendían ahuyentar de nuestro lado la adolescencia.

Ahora, desde este lado de la vida, observo quedo e impertérrito como de vez en cuando ignora mis pasados, mis presentes, mis futuros… dejando libre la libertad. Entonces, los senderos se vuelven senderos, la luz simplemente ilumina,  el viento simplemente sopla, y la luna comienza a ser luna. Ahora, las horas pasan y ya nadie te mira a los ojos, pues ya nada tienen que ocultar tras su mirada.

Ahora la soledad me acompaña frecuentemente. He aprendido que es una amiga tirana, pero en el fondo de los fondos tiene su corazoncito y rezuma un alma respetuosa, callada…

Ahora todo es ayer. El mañana permanece anclado en el quizás y la carrera ni está perdida ni ganada.

Ahora puede que comience a vivir.

©Concha González.
Imagen tomada de la red.