LA MANTIS RELIGIOSA
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Letrado, no me ilustre usted con las leyes españolas y cíñase a los hechos.-
bramó el enjuto y temido juez de lo social, con voz de film norteamericano.
La
sala respiró hondo al oído de su ineludible mandato, y la crispación del
ambiente nos la acabamos comiendo la resudada toga, que me había agenciado esa
mañana del armario de togas, y yo.
El
abogado de la parte contraria adquirió entonces una sonrisa hiriente y
descastada, que yo conocía tan bien, mientras
se colocaba detrás del oído un díscolo mechón de un cabello suave como la seda,
que yo conocía tan bien, mientras ojeaba su papel de alegaciones con esos
ojos de un azul tan intenso y profundo como el océano, que yo conocía tan bien,
y cruzaba su largas y bien torneadas piernas, invisibles bajo su toga, pero que yo conocía tan bien...
Repentinamente pero en turno de palabra insertó su potente mirada en mis ojos, ya casi bizcos a
estas alturas del pleito. Fue entonces cuando pude inhalar sus feromonas de
hembra en celo y observar cómo se
transformaba en una mantis religiosa de
color verde intenso.
Pero,
ya era tarde…
©Concha González
Imagen de la red