EL REGRESO
No
resolvió regresar así sin más. Primero fueron años, luego meses, más tarde
semanas y, al final, horas de densas desazones,
perpetuas lizas consigo mismo que debía, o eso pensó, aventurarse a concluir.
Ahogado
por la senectud, la soledad y un sinfín
de adversidades más, dispuso desistir de su autoproclamado destierro de veinte
años de permanencia.
Dicen
que fue Matilde quien primero lo advirtió merodeando por el pueblo.
Dicen
que arrastraba un demacrado cuerpo bajo una pelliza gris y que portaba un
pesado morral colmado de rotos.
Dicen
que nada dijo, nada observó, nada tocó excepto la herrumbrosa aldaba de una avejentada casa ahogada entre maleza.
Dicen
que desapareció tal como apareció. Apenas si se supo de su presencia, efímera e
inútil como el tiempo que dedicó a sus hijos antes de ser sombra o humo un mal
día de flaqueza.
Concha González.
Imagen propia.
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