EL REINO ANIMAL (PERSONAL DISERTACIÓN)
Desde que vivo en un pueblo, pero de los pequeños sino no vale, he empezado a entender el porqué del anti estrés que aquí se vive. La verdad de las verdades es que cuando me refiero al estrés tan verbalizado de hoy en día, me estoy refiriendo al sexo. Sí, al sexo puro y duro.
Se dice, se comenta, se sugiere que es en las ciudades donde menos se copula. Claro está que no en número exacto sino en tanto por ciento. Las parejas con ciertos problemillas se van unos días a las zonas rurales para tratar de solucionarlos. Pues bien, se trata, supongo, de un asunto de imitación, de observación, de dejarse llevar por la plena naturaleza de la que el hombre, y ahí si que nadie me puede llevar la contraria, es parte desde los principios de los principios.
Aquí en el pueblo todo es sexo. Las gallinas con el gallo, el perro con la perra, la cabra con su cabrón. Todo el día dale que te pego. No voy a hablar de los gatos que hasta para eso son misteriosos, pero por lo demás es imposible no ver a lo largo del día una escena de sexo allá por donde vayas, así es que la lívido de los aldeanos está por las nubes. Donde va a parar entre elegir pararse a mirar como pasan los coches por la nacional cuatro u observar las fornicaciones diarias entre mi gallo con sus gallinas, cuernos aparte. Supongo pues, que como todos somos parte de la naturaleza y los mamíferos unívocos seres latentes, calientes y vivos en su sentir, tratamos como se puede en las urbes de mayor embergadura de tapar lo que no somos y claro...por algún lado ha de repercutir tanto ¿estrés?
No se engañen. En el fondo, todos somos animales.
Concha González©
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