ETÉREA PERMANENCIA
Me encuentro insondablemente
aferrada a mis recuerdos.
Recuerdos
espinosos e hirientes como los agrestes zarzales del campo.
¡Que
curiosa es la memoria! En su afán por
encontrar la eterna felicidad, trata taxativamente de borrar con automático
desgaire, esos ayeres susceptibles de entorpecer tus prometedoras mañanas,
manteniendo en enhiesto cenit aquellos otros que apuntalan fuerte futuras
ensoñaciones, que cauterizan cruentas heridas de guerra, que hacen palanca para
lanzarte pletórica y con firme seguridad a devorar el mundo.
Pero yo, aún me encuentro
fuertemente aferrada a mis facundos recuerdos.
Estos
caen silenciosamente atrapados en mi
atormentada alma, adhiriéndose sin posibilidad alguna de escape, como inermes insectos en
falaces telarañas.
Permanezco
sin resuello en un aquiescente estado de insidiosa abulia, barruntando un inevitable final, esperando pacientemente la llegada de una
salvadora catarsis para subterfugio de esas tenaces rememoraciones que me están
matando, y así escapar serpentinamente a sus fríos desaires y ardorosos desvelos.
Permanezco
mortalmente herida y con irreversibles secuelas, tratando a duras penas de
avanzar sin miedo, pero temerosa de sufrir de nuevo.
Me encuentro pues, anclada a mis
recuerdos secretos, vaga e intermitentemente custodiados por mis estultos
anhelos.
Concha González©
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